Usman Ba

Usman Ba dejó su Guinea natal con solo 17 años. Cuando su padre falleció, se vio obligado a responsabilizarse de su madre y de sus hermanas pequeñas. Dejó de estudiar secundaria para poder sufragar los gastos de la educación de sus hermanas y, debido a la dura situación de precariedad que se vivía en su barrio, se vio empujado a emprender el viaje hacia Europa en busca de un futuro mejor para él y para su familia.

Comenzó este viaje con un amigo de su barrio. Cruzaron de Guinea Conakry a Senegal, y de Senegal a Mauritania. Allí, durante dos años, Usman trabajó y estudió mientras intentaba cruzar a Marruecos, pero resultaba imposible. La movilidad internacional se había visto reducida en aquel entonces, aún más, por el estallido de la crisis del ébola en esta región de África occidental, en la que murieron más de 11.300 personas solo en Guinea Conakry.

Al no poder cruzar de Mauritania a Marruecos, tomaron el camino de Mali. Esta ruta pasa por la ciudad de Gao, un enclave protagonista en la guerra maliense iniciada por rebeldes tuaregs y yihadistas. Este era el único camino que podía llevarles a Argelia y de Argelia a Marruecos para cruzar a Europa. En este tramo se incrementaron las dificultades y los problemas, ya que estaban cruzando un país en guerra en el que los rebeldes aprisionaban y maltrataban a los migrantes.

Usman sufrió la crudeza de atravesar el desierto, “un desierto inmenso en el que puedes pasar mucho tiempo hasta alcanzar tu destino, y en el que muchas personas mueren”, como matiza. No existen cifras oficiales del número de personas migrantes y refugiadas que han muerto en el desierto del Sáhara, pero Naciones Unidas estima que puede que sean el doble que en el Mediterráneo, donde ya han muerto ahogadas más de 15.000 personas desde 2014.

Una vez llegó a Marruecos, atravesando Argelia, pasó toda su estancia en el país en el monte Gururgú, cercano a la valla de Melilla, una de las etapas más duras del viaje. Sufrió dos devoluciones en caliente tras saltar la valla. Durante el tiempo que permaneció en Marruecos estuvo trabajando para poder pagar por su protección en los diferentes guetos que se forman en el Gurugú y costearse el transporte que le llevase a España para no volver a intentar saltar la valla. “Cuando saltas la valla de Melilla te pueden pasar tres cosas: sobrevivir, sufrir daños, o morir. Te sientes como si estuvieran cazando un animal, nunca como si fueses humano”, explica Usman. Dados los peligros de cruzar la valla y la inseguridad de sobrevivir en el Gurugú, donde muchos de sus compañeros perdieron la vida. Usman volvió a Argelia y estuvo trabajando durante el tiempo necesario para poder pagar su transporte a Europa. Finalmente llegó a España por mar, hasta Canarias, donde pasó 58 días en un CIE, “eso no era un centro, era una cárcel, no podíamos hablar con la policía, no teníamos acceso a nada, no habíamos cometido ningún delito, solo intentábamos buscar un futuro mejor”, recuerda. De Canarias le trasladaron a Madrid, donde se quedó en la calle. Tras pasar por algún centro de noche llegó a los recursos residenciales de la Fundación la Merced Migraciones, especializados en la acogida a jóvenes migrantes que llegan a España solos, sin familia, y pudo comenzar a estudiar español y formarse. Ahora trabaja como jardinero en Madrid, fruto de la formación en este sector que comenzó cuando llegó a la Fundación.

Durante todo su viaje a Europa, que duró unos tres años, Usman tuvo que enfrentarse a todo tipo de dificultades y situaciones de riesgo: “Cuando salí de Guinea Conakry, sabía que el camino sería duro, pero no tanto como lo que he vivido. Sabía que iba a sufrir, porque cuando una persona emprende su migración pasa muchísimas dificultades, pero lo que he visto son cosas muy duras, he visto a mucha gente morir, pero también he aprendido muchas cosas, y muchas cosas buenas sobre la convivencia y sobre compartir. Durante el viaje lo compartí todo con mis compañeros y ellos conmigo. Cada uno de nosotros teníamos nuestra realidad, nuestra familia en el país, pero la gente que sufrimos juntos en ese camino somos familia entre nosotros, hemos compartido este sufrimiento y muchísimas cosas con ellos”. Una realidad que vivió con solo 17 años.

Usman es una persona valiente y resiliente, capaz de todo lo que se proponga.